El padre estimulador
Comenzaré este post con un cuentito que servirá de base para explicar un asunto que ocurre en México y del que trataré en un post futuro:
Había un padre con dos hijos de personalidades muy diferentes, el mayor era responsable, trabajador, educado y siempre sacaba buenas calificaciones en la escuela. El menor era desmadroso, irresponsable y siempre estaba peligrando perder el año en la escuela. A quienes llamaremos Rubén y Benjamín, respectivamenteEspero que la historia les haya gustado tanto como a mi, si gustan pueden dejar como comentario lo que suponen explicaré en el siguiente post. Al que le atine, pues de menos se queda con el gusto de haberle atinado... ya luego pensaré que le daré de premio, a la mera una invitación a gmail o alguna porquería por el estílo.
Ambos hijos eran tan diferentes en su manera de proceder que para quienes les conocían era dificil aceptar que se trataban de hermanos. Mientras Rubén se hacía cargo de las labores de la casa y ayudaba a su padre en la medida de lo posible, Benjamín permanecía en casa siempre que hubiera algo bueno, cuando había pastel, o compraban helado, Benjamín siempre estaba presente; pero en cuanto se dejaba ver que habría problemas, éste desaparecía. Cada vez que la abuela enfermaba, Rubén tenía que hacerse cargo de ella, pues Benjamín se daba a la fuga y no se le volvía a ver hasta que el peligro desapareciera.
Benjamin estaba por finalizar la primaria y el padre temía que las calificaciones de éste no fueran suficientes para que pudiera estudiar la secundaría en un buen colegio. También temía que esa preocupación pasara a segundo plano, si el jóven era incapaz de aprobar el sexto grádo.
Con el fin de estimular a Benjamín a que estudiara más, su padre le propuso que si lograba buenas calificaciones recibiría una bicicleta, justo la que Rubén había anhelado por tanto tiempo. Pero el aprovechamiento del jóven sólo mejoró un par de días. Su padre algo alterado le preguntó si no quería la bicicleta, la respuesta de Benjamín fue - Si, pero ¿qué garantía tengo yo de que me la vas a entregar?-
El padre se sintió dolido por tal respuesta, pero recordando tantas promesas incumplidas a Rubén le pareció que quizás Benjamín tenía la razón, por lo que en ese mismo momento habló a la tienda y ordenó la bicicleta prometida.
Al cabo de una hora, un repartidor timbró a la casa, Rubén como siempre fué a abrir la puerta y encontró la flamante bicicleta de sus sueños, gustoso la recibió, salió corriendo en pos de su padre y dándole un beso y con lágrimas en los ojos le dijo -Padre, gracias, muchisimas gracias-. El padre apenas saliendo del asombro le preguntó a su hijo que a que venía todo eso.
Rubén reía mientras apenas alcanzaba a articular -la bici, pa', la bici-.
El rostro del padre se ensombreció, pues comprendió de que se trataba, se armó de valor y masculló - hijo, esa bicicleta es para tu hermano, quiero que él le eche muchas ganas a la escuela-. Rubén lo miró con asombro y durante varios segundos nadie dijo nada, ambos parecian estar congelados. Por fin, Rubén le contestó - perdón, es que al verla yo creí... - y en ese momento bajó la vista y comenzó a llorar.
El amoroso padre, conmovido por la situación le pasó el brazo por su cabeza y mientras le decía -no llores, pareces marica- le propinaba un cariñoso zopapo. Quizás fue el golpecito, quizás el que le dijeran marica, o el hecho de que en realidad así se veía, lo que armó de fuerzas a Rubén para hacer lo que nunca antes, responderle a su padre, y cual Juan Gabriel en concierto se soltó gritando -Es que... es que... ya ni chinga, yo siempre saco buenas calificaciones, nunca en toda mi pinchi vida te han llamado de la escuela para quejarse de mi. Siempre he hecho lo que me has pedido. Cuido de la abuela, limpio la mierda que deja el perro de tu hijo. Y a ese cabrón huevón, a ese pinche desobligado, ese sí es tu hijo para que le compres bicicleta, la puta bicicleta que te he estado pidiendo como pendejo.
Yo ya no entiendo si eres un culero hijo de la chingada o si nomás los imitas, pero si es imitación te queda de puta madres!!!!-
El padre, al oir esto sonrió y le propinó un fuerte golpe en el rostro que al mismo tiempo de reventarle el labio lo tumbó al piso. Así era la mano de Don Porfirio cuando decidía levantarla. Mirando a su hijo tirado y viendo como el hilito de sangre corría de la boca de su hijo, el padre frunció el ceño y le dijo -Rubén, Rubén, hijo mio, mira lo que me obligas a hacer. ¿Acaso crees que me gusta romperte la jeta?, por mucho que parezca, en realidad no.
No seas pretensioso, yo no le compro la bicicleta a tu hermano para joderte la vida, sinceramente se la compro porque quiero que saque buenas calificaciones, y parece que esa es la única manera de motivarlo.
Seguramente te preguntarás porque a ti no te compro nada. No te equivoques, eres mi hijo, te aprecio, haría todo para motivarte, pero contigo no hace falta, ya haces las cosas bien así. ¿Para que chingados habría de desperdiciar 3,000 pesos en ti?-
Salud.